Si usted disfruta de la sensación de vértigo, eche un vistazo a la Misión recientemente adoptada por la ONU titulada Los objetivos de desarrollo sostenible, la cual consiste en más de 169 objetivos agrupados bajo 17 fines. Los estados reunidos del mundo esperan eliminar la pobreza, lograr el bienestar para todos y acabar con la desigualdad de género (por nombrar sólo tres de los objetivos) para el año 2030. Lo suficientemente ambicioso como para dejar un mesías recién iniciado sudando sobre una carta de Gant.
Sería fácil descartar estos ambiciosos objetivos como poco más que las quimeras de funcionarios bien intencionados, o como el intento de atraer la atención luz pública de ciertos líderes políticos más o menos agradables. Pero esto significaría ignorar cuanto, de hecho, se ha conseguido en las últimas décadas.
Contrariamente a la creencia popular, por ejemplo, la desigualdad global ha disminuido de forma masiva (Objetivo de Desarrollo Sostenible # 10). En 1960, los EE.UU. era once veces más rico que Asia. Hoy en día es menos de cinco veces más rico.
Hoy, comparado con veinte años atrás, hay 130 millones de personas menos que sufren hambre (Objetivo # 2). Y todo eso es a pesar del crecimiento de la población mundial en un 1,5 mil millones de personas durante el mismo período.
El porcentaje de la población mundial que vive en la pobreza extrema (Objetivo # 1) ha descendido de aproximadamente el 35 por ciento en 1990 a alrededor del 10 por ciento en la actualidad.
¿Qué ha impulsado estos cambios sin precedentes para un mundo mejor? La simple verdad es que cientos de millones de personas comunes de todo el mundo han hecho este cambio por sí mismas, mediante la creación de empresas, las innovaciones y la generación de riqueza. Y una buena parte de esa riqueza se ha utilizado para abordar directamente algunos de los profundos problemas sociales y económicos destacados por los objetivos de las Naciones Unidas.
Lo que se ha demostrado en las últimas dos o tres décadas es que cuando a las personas se les da la libertad y los recursos necesarios para mejorar sus propias vidas y las vidas de los demás, éstas se valen de la oportunidad y lo hacen mucho mejor que cualquier jerarquía estatal. De hecho, la contribución más grande de los gobiernos, sobre todo en Asia y América Latina, ha sido de dejar de tratar de hacer todo el trabajo ellos mismos y, en su lugar, permitir que las poblaciones tomen las riendas. Los gobiernos se están dando cuenta, poco a poco, de que el secreto para un cambio positivo es capacitar a otros para generar ese cambio.
Pero no se encuentran solos. Hay otros tres cambios ocurriendo en estos momentos que acrecientan la intensidad de la "era del empoderamiento".
¿Qué está impulsando la era del empoderamiento?
En primer lugar, hay una nueva ola de tecnología que facilita el empoderamiento. Los medios de comunicación social, por ejemplo, han crecido de forma exponencial dando a millones de personas las herramientas para crear y compartir en línea sin necesidad de las jerarquías convencionales de los medios de comunicación. Empresas como Etsy, por ejemplo, con más de un millón de pequeñas empresas de artes y artesanías en su página web, habilitadas para vender en todo el mundo sin necesidad de mayoristas o agencias de marketing. Y la impresión en 3D, el Internet de las Cosas y Blockchain tienen el potencial de introducir una interrupción de empoderamiento similar en las industrias de la manufactura, la generación de energía y las finanzas.
En segundo lugar está el cambio masivo en los valores, trazado en riguroso detalle por más de cuarenta años por el profesor de la Universidad de Michigan, Ronald Inglehart. Esto es lo que ocurre cuando la preocupación principal de las poblaciones se desplaza de las cuestiones materiales, tales como tener suficiente comida para alimentar a la familia y un lugar decente para vivir, a lo que el colaborador de Ingelhart, Christian Welzel llama "valores emancipadores", como la búsqueda de la autodeterminación, la libre elección y la creatividad.
Como muestra la investigación, este deseo por la libertad y la autonomía se hace más generalizado a medida que la población tiene más recursos, de lo que se desprende que deberíamos esperar que esta tendencia se acelere en toda América Latina, Asia y otros lugares, como ha estado ocurriendo en Europa desde los años cincuenta.
En tercer lugar tenemos la transformación en nuestra manera de organizarnos. A la jerarquía empresarial tradicional, basada en la división entre la élite formada por los "tomadores de decisiones" y la masa de trabajadores sin opiniones, le resulta cada vez más difícil la sobrevivencia en los complejos y volátiles mercados de la actualidad. Bajo las condiciones empresariales de hoy en día, rara vez hay tiempo suficiente para deferir la toma de decisiones a los superiores y, mucho menos, la suficiente experiencia por parte de los superiores para tomar las decisiones correctas.
Autores como Frederic Laloux, Brian Robertson y Isaac Getz revelan cómo el ámbito empresarial, para sobrevivir, se está reinventando en torno a los principios de la descentralización radical y la autonomía de los trabajadores, e incluso la abolición de los gerentes. Empresas como Buurtzorg, Zappos y Valve are showing the sorts of gains in productivity and competitiveness that result.
Soltando las riendas de la era del empoderamiento
A pesar del progreso anteriormente mencionado, evidentemente todavía existen grandes problemas. Puede que hayamos hecho mella en la pobreza, el hambre y la desigualdad, pero éstos no han desaparecido. Y ahora además se cierne sobre el planeta la amenaza de drásticos cambios climáticos.
Si queremos lograr para el 2030 el salto cualitativo concebido por las Naciones Unidas, debemos intensificar el empoderamiento de las últimas tres décadas. Miles de millones más de personas deben tener la libertad para hacerse cargo de su propio destino y generar la explosión de riqueza e innovación necesaria para resolver estos desafíos.
Individuos empoderados
Como siempre, el punto de partida es la educación. Demasiadas escuelas y universidades de todo el mundo se rigen por el modelo de elitismo jerárquico del siglo pasado. Los estudiantes son considerados como recipientes vacíos que simplemente necesitan ser llenados con el conocimiento y las habilidades para prepararlos para ocupar su nicho en un mercado de trabajo estático. Como resultado de estas políticas y métodos de enseñanza, las instituciones educativas quitan el poder a los estudiantes, al tiempo que no logran prepararlos para valerse de los beneficios del empoderamiento.
Las instituciones en la redes de las Escuelas Transformadoras y Las Universidades Changemaker Ashoka adoptan un enfoque diferente. En ellas se trata a los estudiantes como solucionadores de problemas, emprendedores y creativos, y se les da el poder, las habilidades y los recursos para generar el cambio, tanto durante el aprendizaje como después de graduarse. Pero tales lugares de inspiración son todavía una minoría y sin un cambio real en la forma en que los sistemas educativos funcionan, la Era del Empoderamiento no logrará alcanzar su pleno potencial.
Organizaciones empoderadas
Aún queda mucho por hacer para romper las jerarquías de nuestras organizaciones más grandes. El mundo empresarial está cambiando, pero muy lentamente. El tipo de desequilibrio de poder tan arraigado en las grandes empresas, que otorga a gerentes e inversores la mayor parte de la influencia en la toma de decisiones sobre presupuestos, recompensas y estrategias, resulta cada vez más obsoleto. Es un desequilibrio que explica por qué el empleo por cuenta propia es una opción cada vez más atractiva para millones de personas en todo el mundo. También explica por qué las empresas ya establecidas temen, y con razón, la forma en que sus sectores están siendo rápidamente interrumpidos por nuevas empresas en las cuales la empoderación de su personal, sus clientes y otras partes interesadas se ha implementado como el centro de su modelo empresarial. Estas tendencias deben ser adoptadas y alentadas, y debemos combatir la resistencia que vemos por parte de las empresas establecidas y jerárquicas.
Sistemas empoderados
El impacto positivo de los individuos y las organizaciones empoderadas se verá limitado, sin embargo, si los sistemas económicos y políticos en los que operan continúan estando profundamente desempoderados. A pesar de que en las últimas tres décadas se ha reducido la desigualdad entre las naciones y las regiones, la riqueza y el poder económico se encuentra todavía altamente concentrado. Las 500 corporaciones globales más poderosas ganan un tercio de todos los ingresos de los negocios del mundo. Las sesenta y dos personas más ricas del mundo amasan una riqueza equivalente a la riqueza combinada de 3,6 mil millones de personas en el planeta.
Los sistemas políticos también se enfrentan al desafío de permitir que los ciudadanos ordinarios, en lugar de las élites de los partidos y los medios, tengan el poder de influir en decisiones importantes. Es importante reconocer los resultados de investigaciones que muestran que un gran impulsor del reciente éxito de partidos y candidatos populistas en Europa y América es el resultado de millones de personas que se sienten impotentes antes los procesos de toma de decisiones del estado.
Es aquí donde la humanidad se encuentra, ante la elección entre dos futuros alternativos. Uno en el que se pierden todos los beneficios de un mundo empoderado, y en el que no logramos liberarnos del sufrimiento que ha marcado a la humanidad durante tantos siglos. Y otro donde todas las élites -educacionales, políticas y empresariales- finalmente aceptan que la clave para un mundo mejor es permitir que los habitantes del planeta creen ese mundo por sí mismos.
Tal vez, con un cambio así, podamos mirar desde el año 2030 a los utópicos objetivos de la ONU y sentir un poco menos de vértigo.