¿Es necesario retomar el modelo presencial en las instituciones educativas posterior al Covid-19?
A través de la historia, los procesos de educación formal instaurados en los diferentes contextos del orbe, han tenido que enfrentarse a coyunturas específicas en cada siglo y cada contexto en particular; así, en algún momento fue la crisis económica de 1929, las diferentes guerras, los desastres naturales, entre muchas otras situaciones que la historia detalla. Justamente, dentro de esos otros elementos, en el año 2020 todos los diferentes sistemas humanos se encontraron bajo la influencia de un nuevo fenómeno: la pandemia por el virus de Covid-19.
Para nadie es un secreto que esta pandemia trajo consigo una serie de aspectos que vieron a generar una ruptura de un modelo de vida que tenía trazas de estable; sin embargo, aquello que inició en donde parecía tan lejano, llegó a posicionar un principio clave dentro de la construcción de una visión sistémica -que de ahora en adelante deberá ser reconocido con más claridad-: todo está interconectado.
Así, la experiencia demostró que esta humanidad planetaria y global, más que nunca estuvo conectada, y por algunos meses, se generó la oportunidad para que los seres humanos se dieran cuenta de manera fehaciente que lo que sucede, por ejemplo en China, claro que tiene una influencia en Costa Rica, en el mundo entero, y de manera viceversa y recíproca. Este fenómeno, desde la perspectiva sistémica e interconectada, es conocido como el efecto mariposa (Bronfenbrenner, 1987 y De Shazer, 1989), lo cual pretende dar a entender que hasta el aleteo de una mariposa del otro lado del planeta, está conectado a una serie de reacciones en red en el mundo entero y por tanto, en la humanidad.
Siguiendo entonces esta línea, la realidad del ser humano está compuesta por una multiplicidad de factores, dentro del enfoque sistémico que es la piedra angular de este artículo, se entiende al ser humano, es decir a la persona en construcción, como un sistema en interacción con otros sistemas como lo son la escuela, el barrio, la iglesia, la provincia, el país, el continente, el planeta y de ahí se podrían especificar cantidades más de interrelaciones inclusive a nivel de universo, pero eso atañe a otro análisis de situaciones.
El coronavirus ha obligado a la humanidad a tener que reinventarse como sistema complejo multicausal y multifactorial, lo cual ha conllevado a que el ser humano tenga que incorporar una serie de valores y acciones que antes no le eran “normales”, generando con ello, la necesidad de apostar hacia un nuevo paradigma que permita de alguna forma, mantener a flote la interacción social y acercarse al punto de equilibrio que como seres en red siempre se pretende, ya sea mascarillas, distanciamiento físico, medidas de contención de aforo, virtualidad, bimodalidad, trabajo remoto, y una gran cantidad de ajustes en los que posiblemente no se habían pensado para antes del 2020.
Con ello, se puede reconocer que estos hechos, pusieron –y continúan haciéndolo- en jaque la homeostasis (el equilibrio dinámico del cual De Shazer, 1989, hace alusión) del sistema, en donde se entró en un periodo de crisis que le permitió generar herramientas para volver a buscar su nuevo estado basal, y seguir con la interacción y funciones que resultaban habituales.
El sistema educativo formal como tal, por supuesto que no está exento de esta situación, como todos los demás sistemas mencionados, tuvo que recurrir a un cambio epistemológico en su forma de ser antes de la pandemia. La revisión social indica que en casi todas las partes del mundo, la educación –desde la perspectiva formadora academicista tenía un componente trascendental marcando indiscutiblemente por la presencialidad y la asistencia a una institución educativa.
De este hecho señalado nace la primera reflexión: por una razón específica es que en el complejo mundo se ha optado por un modelo presencial para la educación de las y los estudiantes, sin lugar a dudas tiene que tener elementos primordiales para que sea de esta forma, como lo podría la socialización y la adopción de procesos de enseñanza de modelaje y acercamiento cara a cara, y es que, con esto no se quiere dar a entender claramente que la educación virtual o bimodal sea buena o mala, sino que tiene que como todo proceso seguirse desarrollando, crecer y mejorar, ya que esta se vino de forma abrupta y como una solución desesperada por mantener en el sistema educativo a las personas.
Ahora bien, otro punto a considerar, es el modelo sistémico a la luz de los planteamientos de la Teoría Ecológica, el cual, permite observar cómo el ser humano inserto dentro de una red social más amplia, despliega su energía para alcanzar su propia autonomía como un todo integral. Y a su vez, permite analizar cada microsistema en particular para entender que hay una interrelación entre los seres humanos y sus contextos inmediatos, pero que a través de la historia esta interacciones han tenido el factor contacto, lo cual quiere decir estar presente en tiempo y forma, ya sea en la familia, en la escuela, en la iglesia o en cualquier otro sistema.
La importancia de sacar a colación la Teoría Ecológica, es que la misma es una creación de luego de muchos estudios, y es clara en algo: el ser humano es un sistema único, que se encuentra en interacción con múltiples sistemas y subsistemas, y de esa relación se ven nutridas ambas partes, ejemplo de esto es la interacción dentro de la familia, la cual es necesaria tanto para la persona como para el conjunto como tal, pero dicha interacción no puede darse solo por un canal digital, porque las relaciones se sienten, se construyen y aportan al desarrollo del ser humano, lo mismo para en el sistema educativo.
Es por ello, que desde esta perspectiva se invita a entender el ajuste generado en 2020, pero también se le da énfasis al porqué de la necesidad de un retorno a las aulas, las cuales son espacios de interconexión, de generación y de experiencias (Cortés, 2002), en donde, partiendo de las etapas de desarrollo que se engloban al menos en la educación primaria y secundaria, resulta trascendental ese espacio de vínculo y compartir que va más allá de la formación académica, y que implica la camaradería, los círculos virtuosos de amistad, el compartir, el lidiar con conflictos y la formación integral que de manera colateral, pero fundamental, se da en los contextos de la educación, en este caso formal (Papalia, Wendkos y Duskin, 2009).
Es así, como resulta de gran provecho analizar las oportunidades que este año trae junto a la bimodalidad a la que los centro educativos del país, desde las instancias del Ministerio de Educación Pública (MEP) bajo directrices del Ministerio de Salud, están apostando, en donde no sólo por la necesidad de dimensionar al equilibrio dinámico, sino también por esa apuesta a seguir construyendo oportunidades de relación desde el aula física, las cuales son vitales para el estudiantado y sus redes próximas, como lo es la familia.
Sin embargo, en esta reflexión, no se puede dejar de lado la necesidad de incorporar lo aprendido: ¿qué bueno ha dejado la virtualidad para la educación? Pues, ha demostrado las oportunidades de adaptación, de generación desde cero; ha traído consigo una amplitud mayor de lo que significa la globalidad, ha enseñado la gran resiliencia de los seres humanos, de las y los estudiantes que aún con métodos desconocidos han logrado culminar y empezar de nuevo procesos sumamente satisfactorios
Lamentablemente, también ha demostrado que existe una gran desigualdad en temas que desde el privilegio parecen básicos, como lo es el internet, despertando con ello, la necesidad de seguir trabajando por la construcción de un mundo más próximo a la equidad para todas y todos.
Con ello, se puede repensar sobre la pregunta inicial: “¿es necesario retomar el modelo presencial en las instituciones educativas posterior al Covid-19?”, pues, desde esta construcción personal con criterio profesional, la respuesta es sí, pero desde una perspectiva de proceso, entendiendo el paso a paso a seguir para un retorno seguro; creyendo también en la necesidad de incorporar lo aprendido a partir del surgimiento del Covid-19 y sus implicaciones para con el mundo.
Entendido que también se pueden optar por espacios bimodales que permitan la autonomía, la flexibilidad de horarios y la construcción de proyectos afines. Reconociendo que como seres integrales, el contacto más cercano va a mediar en la responsabilidad que se tenga para con la salud, el medio ambiente y la vida como tal.
Aprendiendo además, que todas y todos, como hilos de esta gran telaraña de la vida, podemos ser agentes de cambio; facultar a las y los demás hacia oportunidades donde tengamos mayor cercanía en experiencias, y donde valoremos aquello que es trascendental a las manifestaciones de vida, y podamos contribuir a crear un mundo mejor.
Referencias consultadas:
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Bronfenbrenner, U. (1987). La ecología del desarrollo humano. Paidós.
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Cortés, A. (2002). La contribución de la psicología ecológica al desarrollo moral. Un estudio con adolescentes. Anales de Psicología, 18 (1), 111-134.
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De Shazer, S. (1989). Pautas de terapia familiar breve (un enfoque ecosistémico). Paidós.
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Papalia, D., Wendkos, S. y Duskin, R. (2009). Desarrollo Humano. McGraw Hill.