Miradas que enriquecen

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Origen: afernandez

Días atrás se celebró el Día Internacional de los Trabajadores. Y cada vez más, somos testigos de cómo la diversidad y la inclusión en este campo cobran protagonismo.

 

La diversidad laboral es la representación de una variedad de rasgos y experiencias que se abrazan a la hora de llevar adelante una empresa, organización o institución inclusiva. Para lograrla, se requiere ampliar la cultura organizacional e incluir personas con características, habilidades y capacidades diferentes. Según indican las cifras mundiales, tres de cada cinco personas han experimentado o presenciado algún tipo de discriminación laboral. Sin embargo, los estudios señalan que las compañías y organizaciones que tienen equipos de liderazgo diversos reciben ingresos superiores, al tiempo que la satisfacción, la creatividad y el rendimiento de los empleados aumenta. ¿Por qué, entonces, no trabajar para hacer de la diversidad una realidad?

 

Si bien en la Argentina todavía queda mucho por recorrer para saldar esa brecha, existen personas que están abriendo caminos. Hoy te presentamos a tres de ellos: Raúl Lucero, representante legal en la Asociación Civil Andar, una organización social que genera oportunidades innovadoras para el desarrollo creativo del potencial de las personas con discapacidad; Beatriz Pellizzari, Asesora en Procesos y Cadenas de Valor Inclusivas, y Pablo Lecuona, fundador de Tiflonexos, una organización que trabaja para fomentar la autonomía de personas ciegas. Una charla necesaria para comprender por qué es tan importante ampliarnos, brindando más y mejores oportunidades para todos.

–¿Nos podrían compartir una reflexión sobre la importancia de instalar la diversidad en nuestra cultura del trabajo?

 

–Raúl: Cuando el mundo del trabajo incorpore una perspectiva libre de discriminación y construya equipos diversos, se sentarán las bases para derribar las barreras culturales que asignan roles pasivos y discriminatorios a comunidades enteras. Por eso, contribuir al reconocimiento de las posibilidades de un colectivo históricamente segregado, discriminado y alejado de las actividades productivas o laborales, afirma y valida la identidad de la persona. La persona se identifica a sí misma y es reconocida por sus compañeros, jefes, familia y comunidad como un valioso aportante a la sociedad de la que forma parte, no solo de manera genérica o abstracta, sino como un actor clave en el desarrollo de los productos, servicios o recursos que ella necesita. El derecho al acceso al trabajo posibilita el ejercicio de otros derechos, como a la capacidad de elegir, de tomar decisiones sobre la vida personal, de vivir en un entorno propio, seguro y digno. A partir de una economía personal sostenible se empodera la persona y se le permite desarrollar un proyecto de vida. Pensemos: ¿cuál es el sentido de vivir en contextos desiguales, cuando tenemos todas las posibilidades que nos brinda el desarrollo tecnológico para construir entornos productivos inclusivos? Deberíamos estar orgullosos de nuestras diferencias. Porque, en el fondo, ¿qué es ser normal? ¿Y qué es ser diferente?

Bea: Sin duda, la diversidad es lo mejor que tenemos como condición humana. De hecho, es lo constitutivo de todo lo que vive. Sin embargo, parece que aún es necesario seguir recordando que contar con equipos diversos en las organizaciones –sean del sector que sean– aportará creatividad, flexibilidad y amplitud de miradas para la innovación, por solo mencionar tres atributos. En este sentido, los y las trabajadores en situación de discapacidad son un colectivo con capacidad de realizar valiosos aportes al ecosistema de las organizaciones. Para una persona con discapacidad, como para cualquiera, ser parte activa del sistema económico, ya sea como empleado o como proveedor de un producto o servicio, es sin duda una instancia fundamental de realización personal. El trabajo aporta autonomía social y económica y por supuesto habilita avanzar en el desarrollo personal hacia la concreción de sueños.

Pablo: La verdadera inclusión de una persona con discapacidad se da cuando puede acceder, en igualdad de condiciones, a un trabajo, y cuando logra tener en este trabajo las mismas oportunidades que los demás. Cuando trabajamos en lograr igualdad en el acceso a la educación, en brindar autonomía personal y en romper con los prejuicios alrededor de la discapacidad, una de las principales consecuencias de este trabajo debe ser poder acceder a un empleo de calidad y en igualdad de condiciones. El trabajo es un espacio fundamental para la autonomía de las personas con discapacidad, tanto como medio de generar los recursos que permitan desarrollar y sostener su vida desde lo económico, como en cuanto a espacio de socialización, de encuentro con otros y de participación en igualdad de condiciones en la sociedad. Lamentablemente, aún encontramos grandes problemas para lograr la inclusión laboral plena de las personas con discapacidad.

Inclusión, esa enorme deuda

“A las desventajas y dificultades para educarse en igualdad de condiciones se suman grandes desconocimientos y prejuicios de parte de la sociedad, y también de parte de las mismas personas con discapacidad, por los que cuesta pensar en espacios inclusivos con diversidad de trabajadores“, explica Pablo. Por eso, asegura que es vital trabajar en la formación de las personas con discapacidad y romper con los prejuicios en los entornos laborales para lograr la inclusión de trabajadores diversos: “Hoy, con las ayudas técnicas y las pequeñas adaptaciones necesarias, una persona con discapacidad visual puede participar en igualdad de condiciones en diversos empleos. Lo que se necesita es facilitar la igualdad“, señala.

En ese sentido, Raúl agrega: “En Andar recibimos a cientos de familias que llegan en busca de un lugar que les permita descubrir un proyecto de vida para sus hijos, un sostén que les ayude a cargar una mochila de emociones complejas y contradictorias, muchas veces llena de temores y miedos propios de los prejuicios y las creencias que habitan aún en el entorno comunitario y familiar. Desde ese punto de partida comenzamos a transitar procesos de transformación que nos llevan a empoderar a los y las jóvenes para el ejercicio pleno de un trabajo con sentido, donde toda su creatividad se pone en juego por medio de un proceso productivo guiado y acompañado por profesionales seriamente comprometidos con la inclusión social“.

–¿Recuerdan algún caso que les haya emocionado en el que el trabajo haya sido un impulsor de autonomía, dignidad, libertad y diversidad?

–Raúl: Recuerdo la última experiencia del Encuentro de hermanos y hermanas de las personas con discapacidad que trabajan en Andar, una jornada que invitó a los participantes a compartir un día de actividad laboral junto a sus hermanos y hermanas con discapacidad en los sectores productivos de nuestra organización: panadería,  elaboración de snacks, catering y también en el vivero. Todos coincidieron en el asombro y se inundaron de sonrisas, abrazos, miradas, conversaciones y aprendizajes. La admiración y el reconocimiento fueron algunas de las emociones más significativas que experimentaron. Ese espacio abrió las puertas de un encuentro, en el más profundo sentido de la palabra.

Bea: Difícil elegir uno solo. Se me vienen cientos de casos, no solo de trabajadores sino también de emprendedores. Pero siempre recuerdo cuando me dedicaba a la gestión de intermediación laboral, que José –en ese entonces estudiante de Ciencias Económicas, hoy Contador– no creía que él podía ser parte del equipo de trabajadores en una empresa multinacional. Sin embargo, atravesó todas las instancias del requerimiento para el puesto hasta ser contratado. Tampoco estaba en su horizonte tornarse único sustento de su familia, como ocurrió y sigue ocurriendo. Más que emoción, me surge respeto y sobre todo confirma mi creencia de que todos somos valiosos y podemos aportar.

Pablo: Juan José era odontólogo, y a los cuarenta y tantos años, por una infección, perdió completamente la visión. Desde su propio desconocimiento de la discapacidad y el de su familia, no pudo hacer mucho más que quedarse en casa y depender de otros, creyendo que se le habían terminado las oportunidades. Pero cuando supo de la posibilidad de utilizar una computadora adaptada, y de la existencia de la biblioteca digital para personas con discapacidad visual de Tiflolibros, pidió ayuda para adaptar la suya. Grande fue su sorpresa y la de su familia cuando quien llegó a su casa para configurar su lector de pantallas era un hombre ciego que se movilizaba solo y trabajaba. Desde ese momento, Juan José comenzó a participar en espacios de intercambio y a conocer a otras personas con discapacidad visual. Aprendió a manejarse en la calle y una de sus primeras salidas fue para conocer la sede de Tiflonexos. Como estábamos buscando una persona que pudiera trabajar brindando asesoramiento y soporte técnico en el uso de herramientas de tecnología adaptada a otras personas con discapacidad visual, le ofrecimos ese trabajo. El primer día vino acompañado de su mamá, que tenía miedo de que viajara solo. Ese tener que salir a trabajar lo hizo aprender, animarse y aprender nuevas técnicas. Desde hace más de diez años trabaja con nosotros apoyando a otras personas en el uso de la tecnología. Ya no solo va y viene del trabajo, también realiza otras actividades. ¡Su familia, que tanto temía al principio, lo vio volar en parapente en uno de nuestros encuentros con actividades de aventura!

–¿Qué cambios o conquistas continúan pendientes?

–Raúl: Todavía existen múltiples barreras que impiden el ejercicio del derecho a trabajar de las personas con discapacidad y dan cuenta de estereotipos o prejuicios. Eso genera que tengan menores posibilidades de acceder a una oportunidad laboral en comparación con una persona sin discapacidad. Las conquistas pendientes giran en torno a la vulneración de derechos vinculados a la seguridad social y al acceso a un sueldo digno, a partir de la insuficiencia de medidas por parte del Estado y de la falta de implementación de legislación. Esta situación pone en riesgo la continuidad de muchos de los emprendimientos productivos a los que asisten. El Estado debe garantizar procesos de formación y condiciones dignas y propicias que le permitan a la persona con discapacidad acceder a un trabajo real, en igualdad de condiciones que el resto de los ciudadanos sin discapacidad. Para eso es necesario implementar herramientas que estén destinadas a sensibilizar, concientizar y promover el interés de la comunidad por emplear a personas con discapacidad. Desde un enfoque social, es necesario transversalizar la perspectiva.

Bea: Como país, como sociedad urge, de una vez por todas, dejar atrás la mirada asistencialista, benéfica e históricamente devaluada depositada en este colectivo. Aún no tenemos políticas públicas a la altura de la envergadura del problema y el sector privado tiene que dejar de declamar para accionar, porque las intenciones no transforman. Urge que el sistema educativo, los gremios y las organizaciones sociales también se articulen en pos de allanar el camino para que se generen verdaderas oportunidades. Se trata construir con todos y para todos desde una concepción que celebre la diversidad, porque trabajar es un derecho todavía vulnerado para las y los trabajadores en situación de discapacidad.

Pablo: Hacen falta políticas activas que promuevan la inclusión de personas con discapacidad visual en el empleo. Si bien contamos con buenas leyes, como la que exige que el 4 por ciento de los empleos del Estado sean para personas con discapacidad, estos no se cumplen, y en muchos casos se cumplen con empleos de baja calidad y sin brindar oportunidades de progreso. Hace falta cambiar la mirada social sobre la discapacidad, incluir la idea de la accesibilidad y la diversidad en todos los espacios, para que la inclusión laboral no sea una acción de caridad, sino una verdadera riqueza para construir equipos diversos.

Leé la nota completa publicada en el marco de la alianza con la revista Sophia acá.